Aris Bautista, Lourdes Sánchez y Bleidys Jiménez hablan con pasión de los retos ambientales que tiene Policarpa, su comunidad. Detener la tala de árboles, dejar de quemar basuras, pero sobre todo detener el mal hábito de tomarse una gaseosa y tirar la botella en el canal de aguas pluviales, comerse unas papitas y tirar la bolsa en la calle. El gran reto es reciclar, reutilizar y pensar en el medioambiente, por eso ellas decidieron dejar de señalar lo que otros hacían mal y comenzar a dar ejemplo, a irrigar lo que sabían a sus vecinos y crear un gran frente de reciclaje en sus calles.
“Cuando comenzamos, hace 8 años, la labor era complicada. Era difícil que los demás vecinos reconocieran la importancia del reciclaje, pero poco a poco, con insistencia pero también con formación, todo se fue transformando, aún nos falta, pero hemos avanzado muchísimo”, cuenta Aris, de 47 años, vicepresidenta de la Junta de Acción Comunal de Policarpa y líder de los Vigías Ambientales.
Lo que comenzó como una tarea “incómoda” y hasta “molesta” para la comunidad, se convirtió hoy, para muchas familias, en un hábito sagrado.
“Y es que uno ahora va caminando por las calles y todos tienen material aprovechable que quieren entregarte. Al principio teníamos días de recolección asignados, pero hoy, cualquier día yo le doy una vueltica a la cuadra porque la gente me insiste. Y a estas alturas ya tengo mi sala llena de botellas”, asegura Lourdes, de 64 años, la mayor del grupo y la más apasionada, desde que comenzó a hablar de reciclaje no dejó de repetir “esto me encanta”, refiriéndose sobre todo al trabajo con padres y niños.
Hasta el momento se ha capacitado a un grupo importante de niños, en cuentas de Aris serían unos 305 los que se han logrado formar y quienes participan activamente en las jornadas de recolección y de siembra de árboles. Esta labor ha sido posible, cuentan las mujeres, gracias al apoyo de niños, padres, vecinos, pero también a la empresa privada y a los programas ambientales y de gestión del riesgo de TRASO, de los que hacen parte, donde han encontrado un gran apoyo para adecuar espacios verdes, formar a los vigías y llevar con éxito varias de sus metas como comunidad en lo ambiental.
“Policarpa es un barrio tan grande que debíamos aprovechar la cantidad de niños en cada casa, pero sobre todo esos niños que pasan gran parte de su tiempo en la calle, debíamos convertirlos en agentes de cambio, entonces les enseñamos a reciclar. Les dábamos un incentivo a cambio de reciclar, de llevar esa botella a una de las casas, normalmente era algún juguete hecho con los mismos elementos reciclables, y ahora su motivación es el medioambiente, es ayudar”, asegura Aris.
Comenzaron la labor en 50 casas, y ahora son 200 las que se han unido a la labor de reciclaje en Policarpa. Y la meta es seguir creciendo.
Bleidys, por ejemplo, ha vivido el cambio desde su propio hogar. “Tengo tres hijos, y el más pequeño, de 6 años, es impresionante como tiene claro dónde van los residuos aprovechables y los no aprovechables. En mi patio tengo unas bolsas con plásticos y él apenas ve una botella vacía, allá la lleva o me la entrega para que yo la organice. Aquí los niños ya dejaron eso de tirar basura a la calle”.
¿Cómo les hicieron entender que reciclar vale la pena? “Les hablamos claro. Nosotros hemos sufrido bastante con las inundaciones, entonces, si tiras esa botella al canal, este se tapa y luego nos inundamos y podríamos perder electrodomésticos, colchones, ropas y juguetes. Es así de simple”, añade Lourdes.
El beneficio es contribuir al medioambiente, que se traduce en un beneficio para el planeta y directamente para ellos como comunidad, “si esta labor no se hace los perjudicados somos nosotros. Y para cuidarnos no necesitamos un incentivo externo, y en eso debemos dar el ejemplo nosotros como líderes”, concluye Aris.
En Policarpa, cuentan los vecinos, las inundaciones eran el pan de cada día. Hoy, aunque no se han erradicado del todo, las lluvias suelen hacer menos daño, para Aris, Bleidys y Lourdes este logro tiene que ver mucho con ellas, con la comunidad, con los niños, que han decidido ser el cambio.