Pero del otro lado, aquella cultura que tanto nos ha dado siempre, agonizaba siempre en mora de recibir lo mucho que vale. Mientras veíamos las novelas en repetición en los canales nacionales, los actores protagonistas de las mismas se pronunciaban ante la grave situación de desempleo por la suspensión y cancelación de grabaciones, mientras escuchábamos desde el balcón al músico callejero entonar su guitarra, este padecía el tener que llegar a su casa con un par de monedas porque las calles estaban solas, eventos cancelados, toda una industria cultural en quiebra y en el mejor de los casos, sobreviviendo en un entorno virtual, desconocido e impersonal en aquel entonces. El mundo se detuvo, mas la cultura siempre estuvo ahí para alegrarnos y nunca paró.
Ante esto, y consiente como nunca antes de la importancia de la salud mental al mismo nivel que la física, la OMS hizo una solicitud especial a los Gobiernos “en explorar el arte como apoyo para la salud, a dar un impulso a estas prácticas y a considerar el desarrollo de estrategias y políticas a largo plazo que mejoren la colaboración entre el arte y el sector de la salud que «hagan realidad las posibilidades que ofrecen las artes para mejorar la salud en el mundo» lo cual sería un «beneficio mutuo de las artes y de la asistencia sanitaria y social a escala internacional»”.
Consientes de este llamado en el año 2020, y enfrentando muchas dificultades, en Colectivo TRASO tuvimos la decidida tarea de no permitir que la pandemia nos quitara la posibilidad de dar continuidad a una de las más posicionadas apuestas de nuestra estrategia cultural, La Estereofónica, sala de gala para baile colectivo. No queríamos que ese noviembre tan diferente a los que acostumbramos en Cartagena, lleno de goce, baile y música, pasara sin pena ni gloria debido a las medidas de aislamiento por el Covid. Fue así como logramos llevar la edición número tres de La Estereofónica a los hogares de 350 mil personas que desde Cartagena y otros lugares del mundo se conectaron a la transmisión del evento. Imágenes de adultos mayores bailando al ritmo de El Joe Arroyo, nuestro homenajeado; cibernautas disfrazados, padres bailando con sus hijos, cartageneros radicados en el exterior sintiendo cerca a su tierra, demostraron que la cultura fue un aliciente en medio de un año doloroso y difícil para la humanidad.
Ante esto, el llamado es a “pararle bolas a la cultura”, “a tratar la seriedad” con ella, como decimos en Cartagena. Estos dos últimos años nos demostraron que la cultura no es un gasto, es una inversión, una inversión en la salud mental, en el desarrollo de los pueblos y del ser humano, al tener en ella la oportunidad de trascender y dejar la huella de su esencia en la historia. La cultura no es pasajera, siempre trasciende, más allá de la fiesta, del baile o la “recocha” como muchos la ven, es el sentir de los pueblos, su alegría, su esperanza, y ya es hora de empezar a tomarla en serio.