Por Jackeline Pájaro López, Coordinadora de Comunicaciones de Traso.
Si hay algo que logra atraparme, son las historias cargadas de autenticidad, aquellos contenidos que son muy fáciles de relacionar con la realidad que me rodea, que logro identificar en la vida de alguien cercano, cuando puedo en mi mente ponerle un rostro, aterrizarlo a un contexto.
Luego de engancharme con la historia, viene el análisis del contenido, si hay datos, cifras relevantes, lo que llamamos contenido de valor, que se convierte en un reto, pues puede ser subjetivo, como mucho en la comunicación. Cada individuo reconoce el valor en un contenido de acuerdo a sus intereses e intenciones.
Para las empresas el ejercicio no debería ser diferente. Comunicar, enganchar a sus audiencias y tocar sus vidas no puede ir en contravía del lenguaje corporativo. El ejercicio de construir contenidos desde lo corporativo no debe verse como algo aparte, como un mundo ajeno y con tinte de exclusividad, sino mantener ese propósito superior de inspirar y de generar confianza.
Es sorprendente aún seguir encontrando empresas y organizaciones de todo tipo que operan de espaldas a la comunicación. Sí, aún hoy, en la era de la información, de las comunidades que confluyen en lo digital, donde la visibilidad, el reconocimiento y posicionamiento son tan valorados a nivel empresarial e incluso personal, seguimos encontrando organizaciones desconectadas de esta realidad.
Así que, el reto en principio sigue siendo comunicar, como un ejercicio consciente y como parte del ADN de las empresas, como parte fundamental de la vida misma, donde toda relación está mediada y es posible gracias a la comunicación.
Luego de comunicar, pensemos en hacerlo de manera efectiva, estratégica y auténtica. La comunicación concebida como el resultado de una planeación, en la que le damos estructura a la intención de comunicar, más allá del deseo, y donde priorizamos los mensajes que hablan de nosotros con transparencia, como premisa del respeto que sentimos por los grupos de interés.