¡Así lo vivieron en Palenque!

Con ansias e ilusiones comenzó  la mañana del 14 de octubre para los integrantes de Tirando pase. Las ganas por subirse a una tarima y mostrar su talento hacían la espera más larga.

Reunidos en el Ceres de Pasacaballos esperaban el bus. Algunos ensayaban la presentación y otros preferían revisar que nada se les quedara. El bus llegó a la hora estipulada, las mochilas y los bolsos fueron puestos en sus hombros mientras caminaban para subir de primeros.

Las sonrisas y el brillo en la mirada de los chicos predominaban. Con la bendición de Dios cada uno pidió para que la actividad fuera un éxito. Una hora y media de distancia los separaba de su lugar de destino -Palenque-, y su alegría fue el mejor aliado para hacer del viaje un conversatorio de experiencias, para recordar lo que ha sido sus vidas desde que en ella entró el baile.

Asistir a un Festival que completa 32 años reuniendo destacadas expresiones culturales de la región siempre provoca ansiedad. A medida que se acercaban a Palenque, se escuchaban expresiones como “¡La daremos toda!”, y no es para menos, ellos, niños y niñas de Pasacaballos querían dejar en alto el nombre de su corregimiento, el nombre de su escuela. Es muy fácil dejarse erizar por momentos como ese. El amor por un arte es un “estilo de vida” que llevan a los lugares que recorren, dejando huellas en las personas que se deleitan con su talento, y provocando sonrisas en un mundo que lo necesita. 

“En casi todos mis recuerdos está el baile, ha sido una motivación, es algo que disfruto y aprovecho al máximo. Mi familia es feliz al verme bailar y ganar premios, ellos piensan que son espacios en los que puedo formarme integralmente”, dice Milagro Guerrero Orozco, una joven estudiante de 14 años, que completa ocho en Tirando pase, una iniciativa que lleva diez años formando a los chicos y chicas de la IE José María Córdoba, gracias al apoyo de la empresa Dow. Tirando pase cuenta actualmente con el direccionamiento artístico de la Corporación Atabaques.

Alistándose para la gran presentación

Aún en el bus, se escuchó “¡Llegamos!”, acompañado de efusivos aplausos. La aventura apenas empezaba. Recorrieron parte de Palenque, y poco a poco los bailarines y músicos se contagiaban con la alegría que destila este Festival.

Conducidos por una de las organizadoras hasta la casa en la que se alistarían, caminaron por las calles sin pavimentar de este corregimiento bolivarense constituido en ícono de nuestra cultura, de nuestra historia.

Un derroche de polleras coloridas, flores, moños y maquillaje se comenzaron a apoderar de las figuras de la niñas. Los chicos también se ponían guapos para su presentación.

Gotas de agua comenzaron a caer, mientras que todos suplicaban que la lluvia no fuera un impedimento para su presentación. El cielo escuchó y la lluvia cesó.

Una vez llegaron a la plaza, el colorido de sus trajes no los hizo pasar desapercibidos, turistas y nativos les pedían fotos. Al ver la multitud alrededor de ellos los muchachos se bajaron del hombro sus tambores y tocaron para el público que agradecía con aplausos su presencia.

Tirando pase sería el tercer grupo en subirse al escenario. La plaza, llena de numerosos grupos invitados, era el epicentro de una muestra cultural sin igual.

En medio de voces, tambores, llamadores, maracas, bombos entre otros instrumentos, transcurrió la presentación de estos chicos. Los sonidos llegaban al alma y hacían mover a los espectadores; las voces de las niñas más pequeñas, que cantaban con sentimiento, lograban mover fibras. Las horas de prácticas y ensayos dieron sus frutos, el amor por lo que hacen se siente en cada paso que dan, en cada interpretación.

El mejor premio que recibieron, sin duda, fueron los aplausos. Se despidieron de Palenque, con el firme deseo de regresar y seguir demostrando lo que saben.

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