A revisar nuestra educación

Por: Alejandra Espinosa Harris, Directora Ejecutiva Fundación Mamonal 

Durante los últimos meses, con ocasión de la desafortunada situación política de la ciudad, se han hecho evidentes los problemas que durante muchos años hemos venido arrastrando y que producto de no actuar a tiempo, nos ha hecho merecedores de deshonrosos lugares en los rankings de pobreza, exclusión, inequidad y mala calidad educativa del país. Este texto no pretende engrosar la lista de diagnósticos ya conocidos, y valiosos por cierto, pero sí pretende llamar la atención sobre una preocupante situación y es lo que estos hechos han generado en nuestras actitudes. 

Según los resultados de la Encuesta de Percepción Ciudadana del programa Cartagena Cómo Vamos, el 78% de los cartageneros manifestaron sentirse satisfechos con la educación que reciben los niños, niñas y jóvenes entre los 5 y 17 años. Un dato alarmante considerando nuestros resultados en calidad educativa, pues deja en evidencia el bajo nivel de exigencia que como ciudadanos tenemos, pero peor aún nuestra baja autoestima al creer que merecemos tan poco.

Recordemos que solo el 18% de los establecimientos educativos públicos de la ciudad alcanza niveles Alto, Superior y Muy superior en las Pruebas Saber 11, y en el Índice Sintético de Calidad no nos va mejor, de una calificación de 1 a 10 en primaria tenemos 5.6, secundaria 5.0 y media 5.5; como vemos, en los tres niveles estamos rajados pero al parecer no lo sentimos así.

Estos indicadores, más que cifras estadísticas frías nos deben llevar a la reflexión como sociedad y como responsables de que las cosas pasen. El discurso acusador al gobierno ya no agrega valor, nos corresponde asumir, exigir y velar por su cumplimiento, pero también preguntarnos como padres si entendemos cuál es la educación que merece mi hijo, cuál es la educación que en realidad recibe, cuál es mi compromiso en su proceso, y en línea con eso, si estoy luchando porque su futuro sea mejor que el mío, cualquiera que sea la circunstancia. 

Difícilmente, un enfermo va al médico si niega o desconoce su enfermedad, si teniendo síntomas decide simular que no pasa nada. Parece con estas cifras de percepción en educación, además reiterativas en las mediciones anuales, que no despertamos del adormecimiento al que la misma falta de educación nos ha llevado. 

Valdría la pena aprovechar este optimismo focalizado en la educación a pesar de sus circunstancias reales, para hacer pedagogía, y como decía César Bona, uno de los 50 mejores maestros del mundo según el Global Teacher Prize, hagamos de la escuela el mejor lugar para ayudar a las familias a educar a sus hijos; es probable que luego de eso, nuestra percepción de la educación que merecemos nos haga cambiar sustancialmente el indicador enfermizo que hoy reportamos.

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